
La historia de la "Ciudad Deleitosa" o Cofralande nos lleva a un paraíso culinario donde todo es comida: desde las casas hasta las calles y los ríos rebosan de abundancia. ¡Imagina un lugar así!
Algo de arqueología en la cocina
En esa línea, encontramos la fascinante "Olla deleitosa", un hallazgo arqueológico que simboliza la opulencia gastronómica precolombina de esta región.
Hace unos 2.000 años, en el valle del Maipo, antiguos habitantes dejaron una huella que recuerda este mito.
Cerca de un fogón, o tal vez como una ofrenda, arqueólogas descubrieron una olla de arcilla con un contenido increíble: dos esternones de cormorán, capas de conchas de machas y caracoles de agua dulce, ¡todo cuidadosamente dispuesto como en una obra de arte culinaria!
Esta "olla deleitosa" revela el antiguo lenguaje culinario de la zona central, fusionando el mar y el cielo, el agua y el aire, recordándonos al legendario "curanto en olla".
Más que una vasija
Esta olla es más que una simple vasija, es una metáfora de la abundancia y la fertilidad. Representa la diversidad y la vida misma, anidando en su interior alimentos, mar y cielo. ¡Es como un vientre mágico que guarda tesoros gastronómicos!
Y qué decir de nuestra querida cazuela, uno de los platos insignia de la cocina chilena. Se hermana con esta olla deleitosa en su concepción de unidad e identidad.
La cazuela es mucho más que un plato, es una experiencia completa. Desde su preparación en la olla hasta su servicio en el plato hondo, la cazuela nos envuelve en un mundo de sabores y tradiciones. Es el abrazo reconfortante de lo hervido, un festín de carnes, tubérculos y verduras que se cocinan lentamente en el fuego.
Así como la "Ciudad Deleitosa" y la "Olla deleitosa" nos hablan de la opulencia y la diversidad gastronómica, la cazuela nos conecta con nuestras raíces, con la esencia misma de la cocina chilena. Es un símbolo de identidad que evoca sabores, aromas y recuerdos de hogar.